Callada mañana de Marzo.
Una neblina cubre los edificios sobre la ciudad.
Todo es calma e increíblemente silencioso.
Las aves sujetas a las húmedas ramas de los árboles cantan en silencio, ya nada las motiva.
Y el tren atravesado en pampa y la vía todavía tiene le motor caliente.
Se oye el susurro de los que aprenden a respirar la nueva era.
En la fría ciudad de Buenos Aires hoy no canta Gardel.
Se hipnotizan las aves, la madrugada las despista y a mi se me caen los mocos.
Las gentes solo saben quedarse. Mirarse unos a otros sin ilusión.
No hay canto.
Hoy mi guitarra no aprendió a hablar.
Por mi y por las aves.
Que quieren cantar pero no saben encontrar el adiós al sol. El adiós al calor.
El calor, amadísimo calor.
Ese de invierno, ese de verano transpirado. De otoño bajo la polera marrón. Tras la bufanda en Julio, cerca del fuego.
Prendía la leña, y era más bella que cualquier fiesta. Mal hecha la fogata, el fuego igual se aviva.
Como se avivan los girasoles y se entornan de acuerdo a donde mire el sol.
¡Ahhhh! el sol, amadísimo calor.
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