Supongamos que todo es como tiene que ser. ¿qué saco yo de todo esto? Derroche omnímodo de pasión. De decir te amo. De adoración. Derroche. Efusivo y necio derroche de besos y de sexo.
Supongamos que esto tenía que pasar. ¿Para qué? ¿Para sentir este vacío? Que de tanto ya ni siquiera hay espacio para más nada. La nada expansiva en mi corazón que duele y los ojos secos de llorar un diluvio.
Suponiendo que esto era lo que tenía que pasar. ¿Entonces? ¿Qué? ¿Qué más hay? ¿Hay algo más? O es todo desamor, desilusión, reproche, abuso de bondad, circo, show, vicio, falta de respeto, violencia del habla, injusto todo, mi ser mancillado.
Supongo. ¿Y? suelto el control ¿y? vivo, respiro, me obligo a comer. ¿Y? ¿Eso fue todo? Machacar el corazón. ¿Para qué?
¡¿PARA QUÉ?!
El supuesto que se diluye y al final el amor no fue indisoluble como pensé que lo sería. No fue la beatitud que tanto esperaba, más bien su opuesto. Desconsolada y apiñada en este sufrimiento que me impuse. ¿Por sentir tanto? ¿Por ser sensible? Bestias del asfalto que no merecen una gota de mi cuerpo. Ni una gota de felicidad, ni de tristeza, ni de cansancio, ni de solo vivir.
Supones que sabes lo que haces. ¿Sabes lo que haces? ¿Sabes lo que hiciste? Me vaciaste. Lo bueno de tocar fondo es que no se puede ir más abajo.