Una refugiada de los sin corazón.
En el subte abstiene,
lo que su barriga calla.
Se refugia descartando,
la desorbitada idea,
de apoyar su derrotada cabeza en un hombro.
Y en vez,
poder comer del rebote de alguna pezuña.
Pero la zozobra no falla un día del año.
Y ante un camino incierto,
ahí van sus ojos nublados.
De vagón en vagón.
Por favor pide,
por favor poder dormir una hora seguida.
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