Aquellos que más sufren, soportan y padecen, penetran en una especie de atmósfera nada confortable de alcanzar. Traspasan una frontera que jamás llega a ser palpable. Indagan en las profundidades y en el pesar del alma. Que se joroba. Innecesariamente. A través del sentido vicioso del miedo a dar un paso.
Aunque sea un pasito.
Y otro.
Y otro más sobrehumano que potencia la voluntad e incrementa la alegría.
¡La desborda!
Acrecienta.
Aturde.
Y hastía al sufrimiento.
Ya no más desafiante.
Ni provocador.
O competitivo.
Adicto e incondicional camarada de la vida, se marcha.
Desertor.
¡Huye!
Sin más decir que, existo.
Solo eso.
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