CONTEMPLO ESTE SENTIR, ESTE PENSAMIENTO, CON COMPASIÓN.
Es lo que lo tiene atascado al ser en la rueda del samsara. El sufrimiento. Lo contemplo con compasión. Es como un vicio. Me libero sabiendo que no hay separación.
CONTEMPLO ESTE SENTIR, ESTE PENSAMIENTO, CON COMPASIÓN.
Es lo que lo tiene atascado al ser en la rueda del samsara. El sufrimiento. Lo contemplo con compasión. Es como un vicio. Me libero sabiendo que no hay separación.
Me da tristeza lo que escribo, lo que pienso, a veces,
y se tensa la cobertura de mi hermosa garganta.
¿Qué espero?
Que todo salga bien Dios mío.
Por favor que todo salga bien.
Todo sale bien.
Todo está bien.
Todo sale bien.
Anhelo el tiempo en que no existían las redes sociales.
Anhelo la salud de mi madre.
Anhelo la inocencia de días pasados, la levedad de la inocencia.
Hace fresco y abrí la ventana para ventilar, si pudiera de alguna forma, así también, ventilar mi mente. Mi corazón. No podría decir nada en mi contra, nada.
Siento toda esta confusión y dejo que repose. No fueron mil noches, ni mil días, pero se siente extenuante. Aún así, sigo.
Yo sigo.
Siempre.
¿Desde qué lugar lo hago?
Ya no más desde el olvido, necesito aprender.
Siento, inevitablemente, una transformación.
Algo cambió.
Metamorfosis sucedió y eso es incuestionable.
Con eso de: madura, fue tajante, hiriente y certero.
Era lo que necesitaba escuchar y el universo me lo dijo a través de su fría boca.
Completa.
Sigo.
Desarrollando mi presente y vivo.
Respiro ahora, ventilando el cuarto y mis emociones.
Mi mente, que pareciera volarse, desprenderse de lo habitual, quiere conseguir todas esas respuestas que parecieran huir.
Persiguiéndolas estamos entonces.
Es realmente una aventura la vida. Y nada sucede tal cual lo espero.
Nunca.
Y eso está bien.
Hay que estar en armonía y reconciliado con los eventos.
Con lo que el camino manifiesta.
No en lucha.
Al menos, no en constante lucha.
Frenaré el contingente de una vez o quizás hoy y mañana, y así. Cada día, pondré una valla a las dudas, a todo lo falible, a lo que me aflige y estorba, por no tener lugar en el presente.
Pospondré la muerte aferrándome a la vida y a mi momento de ahora, a los segundos que implican ver un árbol en flor, o una nube suspendida, en pausa, en el cielo.
Quebraré los instantes de tristeza volviendo a dónde fui feliz, al risueño recuerdo de un amor, o la caricia de mi madre o mi padre o la mirada cómplice y alegre de mi buen amigo.
Y ya no buscaré encajar dónde las piezas cuadradas me piden que deje de ser cóncava, o busquen ignorarme en el peor momento de tristeza y quiera ahogarme por no obtener ayuda de los invisibles.
Quieren que no estorbe, pues lo consiguieron, porque solo espero la invitación de los justos con mi causa, de los seres amables y pacíficos a mi espíritu.
Y las sobras no serán, y las contiendas me esquivarán porque temerán la justicia de mi alma, residiré solo en el amor y en la bondad de mi dios que todo lo sana y todo lo contempla omnisciente.
Purificaré mi dolor con instancias de ver la verdad del mundo, del universo, de las inconmensurables pupilas del hado, de mis ancestros, quemando el karma inexistente sostenido de amor y compasión.
Ya no lloverá en mis ojos, ya no dudará mi corazón, ya no resistirá mi alma, solo seguirá los pasos de la existencia mía con alegría, con valentía, con ganas de vivir, sintiendo el coraje que reside en el respeto.
Hay arañas en la casa,
una de cuerpo chico y largas patas en el baño,
y varias similares en la habitación.
Hay dudas chicas con muchas patas también.
Un cerco hermoso y a través la mirada descubre un jardín donde revolotean mariposas naranjas y negras.
Hay sueños dónde el dulce de leche pareciera ser real, y lo es.
Comparto.
Doy.
Surjo de un estado imparcial y me dejo envolver por nubes suaves que me prometen un devenir lleno de dulzura y amor.
Me pregunto tantas cosas, algunas las escribo, otras quedan suspendidas en la mente como un cáliz que no existe y solo puedo palparlo cuando medito, o intento hacerlo.
Hace calor, el mate está caliente.
Me acompaña una duda, que parece una araña, no molesta, termina comiéndose a los mosquitos de la ansiedad.
Me inquieta una perspectiva que caducó hace siglos.
Mi alma entiende que puede ser cognoscible pero también un albur de deseos que no le pertenecen.
¿Cuál es mi anhelo?
Hoy: agradezco estar viva.
Hoy pienso en él.
Otra vez.
Ahora que sé que está acá.
Vuelvo a querer que me escriba.
Que me hable,
que me llame,
que me diga algo.
Nada aún.
¿Cuánto más retrocedimos?
¿Ya no nos conocemos?
¿Sabremos nuestros nombres?
Es todo una ilusión…
¿Quién sabe?
¿Quién dijo
que era fácil? Ilusamente mucho tiempo lo creí, atravesando mares de confusión,
autodestrucción, baja autoestima, inseguridad, tristeza, angustia, pantanos de
dolor, viscosa realidad atravesé. Tinieblas y desiertos, bosques embrujados
lleno de payasos maliciosos. Gente que no da. Gente chota. Gente. Que se yo.
Tampoco puedo juzgarlos. Eso solo Dios. Pero, algunos seres de luz también.
Gente que me veía.
Hoy me veo
yo.
¿Quién dijo
que iba a ser fácil? Yo pensé que si. De verdad que lo pensé. Hasta me lo creí.
Me convencí de que todo era así: fácil. Cuanto más me mentía a mí misma, más
difícil era. Capa por capa se cayó el mundo de fantasía en el que me
encontraba. Cayeron los edificios. Las torres. Las plazas y sus monumentos. Ja.
Todos sus monumentos, destruidos. Se derrumbó todo. Y empecé de nuevo. Nunca de
cero. Empecé otra vez, desde dónde quedé. A veces juntando los pedazos rotos,
tratando de recomponer algo. Volviéndome loca en el intento. Frustrándome. Hoy
no busco en el suelo lo que está roto. Hoy se que renací gracias a esa ciudad
perdida, abandonada y destruida. Es parte de mí. Ahí también me encuentro,
mientras construyo la nueva. De a poco. Miro las ruinas de lo que fue. Sé que
siempre puedo volver ahí a buscar calma, a entenderme, a sanar y comprender.
Creo que todos tenemos nuestra ciudad perdida, nuestro mundo roto, en ruinas.
Ahí es donde más compasión hay que tener. Lo nuevo no se hace de lo viejo, sino
que trasciende a todo aquello que nos dolió y nos renueva. Esperanza, amor,
volver a creer. Y entender que no somos perfección, somos la ruina y la
esperanza de volver a construir.