Frenaré el contingente de una vez o quizás hoy y mañana, y así. Cada día, pondré una valla a las dudas, a todo lo falible, a lo que me aflige y estorba, por no tener lugar en el presente.
Pospondré la muerte aferrándome a la vida y a mi momento de ahora, a los segundos que implican ver un árbol en flor, o una nube suspendida, en pausa, en el cielo.
Quebraré los instantes de tristeza volviendo a dónde fui feliz, al risueño recuerdo de un amor, o la caricia de mi madre o mi padre o la mirada cómplice y alegre de mi buen amigo.
Y ya no buscaré encajar dónde las piezas cuadradas me piden que deje de ser cóncava, o busquen ignorarme en el peor momento de tristeza y quiera ahogarme por no obtener ayuda de los invisibles.
Quieren que no estorbe, pues lo consiguieron, porque solo espero la invitación de los justos con mi causa, de los seres amables y pacíficos a mi espíritu.
Y las sobras no serán, y las contiendas me esquivarán porque temerán la justicia de mi alma, residiré solo en el amor y en la bondad de mi dios que todo lo sana y todo lo contempla omnisciente.
Purificaré mi dolor con instancias de ver la verdad del mundo, del universo, de las inconmensurables pupilas del hado, de mis ancestros, quemando el karma inexistente sostenido de amor y compasión.
Ya no lloverá en mis ojos, ya no dudará mi corazón, ya no resistirá mi alma, solo seguirá los pasos de la existencia mía con alegría, con valentía, con ganas de vivir, sintiendo el coraje que reside en el respeto.
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