¿Quién dijo
que era fácil? Ilusamente mucho tiempo lo creí, atravesando mares de confusión,
autodestrucción, baja autoestima, inseguridad, tristeza, angustia, pantanos de
dolor, viscosa realidad atravesé. Tinieblas y desiertos, bosques embrujados
lleno de payasos maliciosos. Gente que no da. Gente chota. Gente. Que se yo.
Tampoco puedo juzgarlos. Eso solo Dios. Pero, algunos seres de luz también.
Gente que me veía.
Hoy me veo
yo.
¿Quién dijo
que iba a ser fácil? Yo pensé que si. De verdad que lo pensé. Hasta me lo creí.
Me convencí de que todo era así: fácil. Cuanto más me mentía a mí misma, más
difícil era. Capa por capa se cayó el mundo de fantasía en el que me
encontraba. Cayeron los edificios. Las torres. Las plazas y sus monumentos. Ja.
Todos sus monumentos, destruidos. Se derrumbó todo. Y empecé de nuevo. Nunca de
cero. Empecé otra vez, desde dónde quedé. A veces juntando los pedazos rotos,
tratando de recomponer algo. Volviéndome loca en el intento. Frustrándome. Hoy
no busco en el suelo lo que está roto. Hoy se que renací gracias a esa ciudad
perdida, abandonada y destruida. Es parte de mí. Ahí también me encuentro,
mientras construyo la nueva. De a poco. Miro las ruinas de lo que fue. Sé que
siempre puedo volver ahí a buscar calma, a entenderme, a sanar y comprender.
Creo que todos tenemos nuestra ciudad perdida, nuestro mundo roto, en ruinas.
Ahí es donde más compasión hay que tener. Lo nuevo no se hace de lo viejo, sino
que trasciende a todo aquello que nos dolió y nos renueva. Esperanza, amor,
volver a creer. Y entender que no somos perfección, somos la ruina y la
esperanza de volver a construir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario