¿Y si solo tengo este enojo?
¿Y si es todo lo que soy?
Esta locura.
Intermitente.
Luego permanece.
Y permanece.
Y abrazo la soledad.
Como tantos…
Somos tantos…
Se instaló una idea. Sicótica.
Ya no más, por favor.
Quiero que se vaya.
Que deje de permanecer. Para desaparecer de una vez por todas.
Y pensé otra vez: que ridícula soy. Que patética charla. Patética.
Pero no. No soy ridícula. Ni sicótica. No estoy loca.
No soy nada, no soy la charla patética de esta tarde noche.
No soy lo que nos causa mal estar.
Entonces.
¿Quién soy?
¿Quién, me pregunto yo?
¿Yo?
¿Atman?
At man.
Si.
Al hombre.
Hombre.
¿Que ves en mi?
Nada.
¿Todo? ¿Acaso?
¿Algo?
O nada, simplemente nada.
Quizás deba re formular la pregunta.
¿Qué veo cuando me veo? ¿Cuándo me siento viva?
Con un pesar hoy, esta noche y con lágrimas aterciopeladas, que llueven mis ojos me digo, pienso: Dios me ama.
Solo Dios me ama.
Entonces, ya no estoy tan sola ¿no?
Dios está conmigo.
Dios me ama igual, aún cuando pienso que soy ridícula. Aún cuando nada vale nada.
Dios siempre está.
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