Es raro. Me ha pasado incontables veces. Me voy a dormir queriendo vivir el día que sigue. Con unas ganas incontrolables, ansiosas y llenas de ferviente ilusión. Pero al despertar, todo ese sentimiento de ebullición no está. Al menos, no del todo claro. Hoy decidí agarrarme de esas ganas de la noche anterior y volverlas reales. Darles ese espacio necesario para que germinen, para que leven. Me dije: ayer antes de dormir tenía ganas de vivir este día. Con pasión. Con alegría. Con una sensación hasta de paz. ¿Podré agarrarme de todo eso? ¿Y vivirlo copiosamente de esa manera?
¿Podré? Me dije.
Y pude.
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