Y no paró de llover en mis ojos y aún así volvió a salir el sol y la humedad impregnó un no sé qué, un algo por descifrar, descubrir.
Y no paró de llover en mis ojos y aún así resurgí como un animal huérfano uniéndose a otra manada, una distinta, que lo acoge y le muestra un nuevo rumbo para andar.
Y no paró de llover en mis ojos y aún así permanecieron abiertos, queriendo interpretar el milagro de la vida, del ser y del mundo entero.
Porque el reflejo fue confuso y ya no supe quien era yo. Y aún así me perdí en vos. Digo aún así porque no hice caso al alerta rojo y así voy de manada en manada ajena queriendo entender un andar que no es mío.
Y no puedo decir que el reflejo de tu espejo me traicionó. Porque quise ver lo que yo quise ver. Pero no sé porque me puse la venda. Más quise tocar lo que quise tocar. Y sentí que la venda apretaba mis muñecas ahora sin dejarme palpar. Más quise sentir lo que quise sentir y eso ya nadie pudo arrebatármelo.
Y no paró de llover en mis ojos y aún así pude ver a través de un vidrio empañado y de una mirada nublada de tristeza, una bien antigua. De tantos falsos reflejos. Intactos recuerdos. Abrumante pasado que quiero soltar. Y te volves pasado a cada instante. Este segundo, se va y es pasado. Entonces ¿Qué es el presente? Más que otro recuerdo que se apila en la pila de recuerdos.
Y no paró de llover en mis ojos y aún así me sentí viva. Y aún así volví a creer en el amor. Aún así lo cursi. Lo romántico. Pero la libertad. Oh libertad. Dulce. Presente. ¿Qué más presente que la libertad? Que todo lo abarca. ¿Qué más genuino? La alegría. Por supuesto. La alegría. De estar viva. Y hoy: me levanté con ganas de vivir.
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