Observando el ambivalente movimiento de las nubes en el cielo pienso en nuestro amor.
Que en su principio lo sentí poderoso e inexorable, como el pasar de los minutos de este domingo.
Las nubes más altas parecieran estar estáticas en su permanencia en tanto al sol firme y omnímodo al día que se presentó nublado y lluvioso de madrugada tardía.
Pero las nubes más bajas y más cercanas, las observo fluir con apuro y expansión. Divulgando su porosa inestabilidad, nublando el día y desapareciendo luego en cuestión de segundos.
¿Me pregunto cómo será nuestro amor?
Comparativamente a mi compendio de lo que acontece en este cielo dominguero.
Solo sé que quiero ser ese sol.
Resplandece absoluto.
Impenetrable.
Incuestionable.
Encandilante, enceguecedor.
¿Acaso no es todo invaluablemente mejor cuando el sol sale?
Acaricia la piel, entibia el alma. Dulce néctar de la vida.
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