Sabiendo cuanto calor hacía
no importaba la niebla
no importaba si se distinguía el horizonte
o si la gente todavía dormía.
El calor te ponía de buen humor.
Pero ahora es demasiado.
Las palmeras reían con las cosquillas de la brisa matutina
y las aves perdidas del vuelo plural, se divertían en una danza solitaria.
Hoy lo recuerdo en un "mañana".
Los transeúntes obligados de rutina salían a caminar su deporte.
El gran ventanal dejaba contemplarlos. Y el diario hacía su entrega habitual.
Solo querer que todo sea como antes.
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