Sonríe y abre paso a la pelusa razonable y aquietada, hasta la punta del lápiz, que dejó una miguita allí, muy allí y allá, acá justo ahí debajo o quizás arriba del renglón. Que pisó la punta de mi pulso y sopló la pelusa vagabunda e inquieta, azul grisácea marioneta divulgada en cuatro esquinas. Cuatro sabrosas mandarinas resbaladizas y dormidas en el sillón o en aquel puf dormilón, quebrantado de quejas, armado de chuletas carcomidas por un león ¡y que fiera tan temible! y que boca tan plateada a la luz de la luna.
Y ese aullido profundo erizó el pelaje del lago pintado de sombras, flameado de hongos invernales, fríos fallidos falsos.
Fósforos que laten en la caja del verano que atrás quedó y ya no más fogatas. Hoy hay calor y hay dolor y que paraguas me abrió esa sonrisa y el sol.
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