lunes, 15 de febrero de 2016

Confesión de vida

¿No te cansa tener esa sensación de querer pedir perdón todo el tiempo?¿ sin haber sido vos el que se equivoco? Y sin tener que pedir perdón, sin la necesidad de pedir disculpas por absolutamente nada, ahí estas vos disculpándote por todo, excusándote por todo, cayendo en un estado victimario que atrae un drama sospechoso. 
Me cansa sí. Me aburre. No me distingo entre los seres humanos porque no hay seres humanos. En este mundo solo hay gloria o pena. Paraíso o miseria. El punto medio es para unos pocos que realmente se contentan. Unos pocos que logran la familia unida real. La gloria real por supuesto, el telegrama más esperado: “Querido dios: somos felices con lo que tenemos, lo ganamos con duro sacrificio, pero hoy construimos una base sólida para nuestros hijos que por cierto nos admiran y aman incondicionalmente”
Eso no me pasó a mí. Crecí viendo llorar a mi mamá. Viéndola desangrarse. Viéndola disculparse por todo y queriendo satisfacer a todos a su alrededor. Olvidándose por completo de sí misma. 
Crecí sintiendo que me faltaba todo. Lo material y lo invisible a los ojos. Un vacío de pesadilla cada noche antes de dormir. 
Crecí llorando el llanto de mi madre. 
Crecí tratando de hacer todo por verla reír aunque sea unos minutos. 
Crecí con una pena inconmensurable. 
Cuando necesite que me abracen antes de dormir, nada. 
Cuando necesité que me expliquen del dolor del alma, nada.
Luego estaba la escuela, tan diversa, compañeros ricos que iban a Disney, compañeros pobres que vivían en la villa más cercana, y yo en el medio, viendo que nada bueno me llegaba pero tampoco era tan malo. 
Llegaba del colegio y me ponía a ver la tele. Y así me desconectaba, conectando el televisor. Comiendo galletitas y tomando chocolatada. ¿Tarea? No me preguntaban si tenía tarea. Mañana improvisaría algo para zafar la tarea. O la hacía hasta donde entendía, después tiraba la toalla.  
El colegio del estado fue mi segundo hogar. Los maestros me querían y apreciaban mucho. Para mis compañeras siempre había una nueva mejor amiga, de seguro que yo entraba en la lista más aclamada. Buenas chicas. Pero yo escondía mis manos, me parecían demasiado grandes y rojas. Yo me copiaba, porque era demasiado vaga para aprender, además, no sabía aprender. 
Me iba bien en lengua, me gustaba escribir. Luego hacía unos buenos resúmenes. Pero lo más genial eran los recreos. Eran mini películas donde todo podía pasar. Tantas miradas y chicos corriendo siendo libres. Alguna pelea se desataba y después terminabas siendo la última galletita del jarro. Y todos se ponían en tu contra, estaba de moda. Y después cuando se les pasaba, todo volvía a la normalidad. Pero yo me iba quebrando un poco por dentro.
Hace un par de noches atrás una persona “exitosa” me dijo que me amaba demasiado a mí misma.
Ja.
Me dijo que era linda, que, ¿qué podía saber yo?
Nunca me sentí linda, sabía que era medio payasa, pero no linda.
Muchas veces se deduce que a la chica linda le va bien solo por ser linda. Mi madre es la mujer más hermosa que yo jamás haya visto y sufrió un mar de sangre. 
Yo no me considero feliz. Pensé ser capaz. Pero en un mundo donde te condenan por ser linda, te condenan a fracasar. Nadie te dice que brilles, solo quieren verte caer. Esperan verte tropezar y aprovechar el empujoncito para que caigas al abismo.
Otra vez esta cuestión. Una especie de enojo-enfado-reproche-descarado hacia  la sociedad que es rebaño. ¿Qué todos quieren a este?¡ Hay que quererlo! ¿Qué todos odian a este otro?¡Ah, pero si es un cretino!
Y si a los seis años yo escuchaba unos boleros, escribía en mi diario y soñaba con ser cantante y actriz.
Crecí viendo a mi mamá sufrir. Nadie me dijo como debería ser cuando creciera responsable y adulta. No aprendí nada. Solo evité la realidad, soñando que todo se arreglaría. Que el amor de un hombre un día todo lo repararía. Pero un corazón roto no sabe amar. No se deja amar. Y se enfría sin poder sentir algo real nunca.
¿Cómo podría creer en este mundo? que a algunos les da todo y a otros nada.
¿Cómo podría ser feliz en un mundo tan frágil y corrupto? que te ofrece una mano para luego dudar si podes confiar en esa mano o no.
Por más manos que se ofrecen, hay una pena que no me deja vivir en paz.
No sé si alguna vez te pasó. Estoy segura que no soy la única.
Lo cierto es que cuando río todo pasa. 
Lo cierto es que si me pongo a contar números encuentro una porción de paz. 
Lo cierto es que a veces sueño que soy más feliz que los pájaros. 
A veces, solo a veces, las personas me hacen querer seguir adelante. 
En un mundo donde no hay seres humanos, aparecen seres humanos y me sorprenden! Me dan una mano sincera, sin necesitar saber de mis penas, sin necesitar escuchar el dolor que albergo. Solo me tienden una mano de alegría, desinteresada, solo porque les agrado. Y yo a esa gente le devuelvo una sonrisa sincera aunque adentro estoy agonizando una tristeza que se volvió incontrolable. Aunque adentro sepa que algo se quebró, gracias a esas personas que me hacen querer seguir. Algunos son familia, otros son familia amigos. Otros son desconocidos, pero valen mucho ya que en un día malo que un desconocido te tienda una mano hace la diferencia.





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