Si la vida no doliera tanto,
yo te cantaría mil canciones.
Pero como quiero ser feliz,
mi querida tierra,
te las cantaré igual.
Te las cantaré,
como cantan las aves,
antes de volar contra el viento.
Llenaré mi voz y mi canto
con insondable sentimiento.
Adivinarás que soy yo quien las canta
pues es mi tiempo de cantarte tierra mía.
Si la vida no doliera de esta manera,
yo usaría todos los días
un perfume diferente de flores extintas.
Diría una y otra vez lo linda que te ves al amanecer,
y en las noches te abrazaría,
como la luna se deja abrazar por el sol en la noche,
rezongando de su calor
pero aceptando su luz sin reproches.
Si esta vida no doliera lo que duele
yo andaría descalza por ti tierra amada
y ya no me inquietaría el áspero asfalto
ni el enojo de la ciudad.
Pero la vida duele
y la felicidad no alcanza en su inmensidad.
Aún así sé que existe dentro mío,
una indudable certeza
y es que a la luz del sol yo podré amarte,
a la sombra de un árbol yo podré descansarte tierra mía.
Cuando las almas lloren
y no puedan contener su agonía,
yo besaré tus pies en mis pies a la orilla del mar.
Y si un día llego a olvidarme
que este dolor es real,
ese día habré cumplido mi promesa
de entregarte mi vida entera,
a ti tierra amada.
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