sábado, 3 de agosto de 2024

Una y otra vez

Risueño el cuento que nos contamos una y otra vez.

Y las velas que prendimos una y otra vez para conocernos, con hábito y con paciencia.

Sabiendo una y otra vez que no hay tormenta que dure un ocho perezoso.

Así, una y otra vez, las bifurcaciones del camino se preceden, como si fuese una especie de competencia.

Una y otra vez el liderazgo cae por su propio peso.

La escuela de la que salimos lo sabe y quiénes levantaban la voz, solo afirmaban su naturaleza irascible y volcánica.

Perfecto una y otra vez.

Son los tiempos de Dios, que una y otra vez, nos ponen en un lugar vulnerable y nos recuerdan que no hay separación y por eso hay que evitar la ofensa al propio ser.

Como si el cantar de un pájaro no fuera suficiente para callar los malos pensamientos, que una y otra vez deben ser silenciados con el amor y la poderosa presencia de Dios.

Como si ver una ballena asomarse a la superficie no fuera suficiente para entender la inmensidad inconmensurable de la vida en la Tierra.

Y una y otra vez seguimos en la rueda, pero si nos detenemos y nos volvemos uno con el todo, dejando a un lado la dualidad, abrazando ese intento de separación para ser amor profunda y omnímodamente.

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