Pueden salir algunas palabras intentando recrear lo que me pasa. Queriendo sumar vida a esta circunstancia. De plegarme ante la fama de un llamado derramado en mi pensamiento.
Inconclusa espera al llamado que nunca llega. Y retrocedo así a una huelga pasada. A una desactivación de mi esperanza. Momentánea. Como siempre es momentáneo el momento que la ilusión revive. Y junto con ella mi deseada permanencia junto al teléfono, roto de tirarlo y putear contra un artefacto sin vida, que ninguna culpa tiene. Sino quien lo desactiva, haciéndose desear...
Tal vez...si apago hoy mi celular, él crea que estoy ocupada.
Tal vez...él sienta culpa. Y luego me traiga una docena de rosas amarillas que me hacen acordar al día soleado que no pude disfrutar, porque la alergia de la primavera un ojo no me dejó pegar. Y la noche pasó y la mañana llegó y estuve encerrada.
Y lo necesité.
Como beber cuando hay una tremenda sed, por correr tras algo que rápido se escabulle, tras una promesa de color blanco amanecer. Tan pulcro y blanco que es irreal.
Como tú ángel de cristal.
Como tus llamadas que se hacen esperar.
Y en la espera me dejas marchitar. En la espera me ahogo en un panal de abejas y almíbar queriendo comerme viva...
Viva esta espera que delira dentro mío, una sequía de perdón, una sequía de almidón, de proteínas, de jugo de naranja recién exprimido, recién aludido. ¡Recién te grité al oído! ¿No me escuchaste? ¡No! No apagaré este teléfono, no encenderé el termómetro del dolor dejando prender fuego esta pena de mierda, no.
Ya mi pensamiento está en el tuyo, y aunque no quiera está hecho. Como helecho fuerte que crece al costado de la ruta, y cuando bajas a estirar las piernas te pincha, como avispa bruta, que retruca al enemigo ingenuo y perdido, que solo buscaba un respiro.
Así te pincho con mi pensamiento. Así de mal me has hecho y así de bien te contesto y así de hipócrita me siento. Siento que soy una mediocre escribiendo esto, no quiero llegar así a ti...
Prefiero morir en el intento.