Quizás no regalarse y cuidar más el corazón, la escuché decir hablando sola.
Vestía de invierno exagerado.
Continuó respirando de manera entrecortada y volvió a sonreírme. Sin darme tiempo a devolverle la sonrisa agregó: es la respuesta a tantas noches de soledad en compañía, o simple soledad.
Se quedó mirando el horizonte de lo que teníamos por avenida en el barrio. Cuando me quise dar cuenta ya eran las seis de la tarde.
La saqué del cuelgue: che nena me tengo que ir. Me agarró del brazo como abrazándome de costado y amablemente siguió caminando para el lado equivocado, le seguí la corriente.
Continuó hablando: quedó el vaso vacío arriba de una mesa de madera que le da el sol, vacío, pero disfruté vaciarlo ¿sabes?
Me siguió llevando lentamente en la dirección contraria y siguió: tantos errores, ninguna elección, en el haber, más de una cuenta pendiente. Esto último lo dijo mirándome a los ojos seriamente. Nos frenamos, siguió observándome y dijo: cuentas que no voy a pagar mientras quiera ser feliz, sería tan injusto, arrinconarme, hacia lo abstracto del pasado.
Se quedó de nuevo tildada, mirando la nada, aún seguía agarrándome ahora enfrentada a mí.
Por último dijo: solo veo el vaso vacío, y siento que sacié mi sed. Me volvió a mirar y acercó su boca cómodamente a la mía y me besó de manera inexplicable.
Nunca más la volví a ver pero la amo.
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