Los instantes abruman. La lluvia cae sin cesar. O con Cesar. Que sube el pulgar y por hoy te deja vivir.
Mi visión sobre este monitor lleno de brillo, que hoy ve, lee, resuelve y dispone a corregir algunas palabras equívocas…
Tu imagen en mi mente totalmente distorsionada. Ya no sé quien sos.
Mi corazón contento por la fruta que desayuna… ¿Quién diría que un kiwi, una manzana y el jugo de medio pomelo pueden ser tan enriquecedores al alma?
Vuelvo a pensar en vos. ¿Por qué lo hago? No sé. Siempre que lo hago tu piel tiene un tinte rosado, casi rojo.
Tu piel… Tu piel.
Fue todo una dulce ilusión. Difusa. De ensueño. Desgarrador sueño. En el que despierto y no es verdad. No es verdad que me amas como en mi sueño. Que me abrazas. Me besas. Como en mis sueños.
O quizás si es real pero decidí que no lo sea porque quiero aprender a merecer más. Más que un revolcón embriagado. Que me deja manoseado el corazón. Que me mira y me pregunta ¿valió? ¿Te gustó? ¿Era lo que querías?
Escribo y grabo con la placa de sonido el sonido de la lluvia y mis dedos en el teclado escribiéndote. Describiendo lo que me pasa.
Vuelvo siempre a pensar en vos, aunque el objeto de mi pensamiento se va modificando de a poco. Poquito a poco vas yéndote. O quedándote.
No quisiera interrumpir el sonido de la lluvia, pero igual lo hace una bocina. Y yo quiero seguir escribiendo.
A cerca de vos. Acerca de mí.
De nosotros. De lo que fue.
Más que nada de lo quedó en mí. Lo que dejaste en mí: tu piel.
Lo que dejaste en mí: un beso apasionado, a mi tonto parecer. Lo que dejaste en mí: pensarte y saber que no es amor.
O quizás sí. Pero ¿a quién preguntarle? ¿A Dios? Para Dios todo es amor. Entonces sí. Fue amor. Como dijo Fito y luego cantó Fabi. Como a veces me dijo Gabriel: a veces con el amor no alcanza.
¿Y mi amor? A veces pienso que no te di ni un gramo de lo que soy. Te di la ilusión de algo. Algo que no fue real.
Pero ¿y si fue lo más real que hayamos tenido? Al final del camino y mirando en retrospectiva la vida, seguramente se va a haber sentido bastante real. Cada momento. Hasta aquellos que quisimos borrar.
A veces hago eso. Me adelanto y hago de cuenta que ya viví mi vida. Y vuelvo al presente. Y la vivo con más alegría. No intensidad. Sino gozo. Alegría de estar viva.
Vuelve un estado de melancolía que quisiera evitar hasta que se desvanezca por completo y para siempre.
Disfruto a mi amigo Horacio y los perritos que pasea. Y pienso, algún día voy a recordar todo esto. Quizás esta plaza cambie. O quizás se mantenga intacta y pueda revivir los momentos.
Y así me pasa con todo.
Otra cosa que hago es, hacer de cuenta que viajo del futuro hacia mi presente. Como si me estuviera por ir de este planeta ya. Y me dijeran, te vamos a dejar volver media hora, o unos minutos, o un día. No lo sé con exactitud eso. Porque cuando lo hago y vuelvo y me encuentro en mi presente. Sea cual sea. Lo valoro mucho más. Y quizás estoy haciendo algo insignificante. Pero cobra un valor repentino hermoso. Hago eso sobre todo cuando siento que la vida es aburrida. Me inyecto un poco de ¿Cómo decirlo?: magia.