Un día
bajón. De a momentos saliendo a la superficie. Pero pesadumbres del alma como
otros días tan angustiantes que no puedo describirlo. Llanto inconsolable, ego
herido… es el ego.
¿Qué más sería sino?
Insoportable
se vuelve, esta situación, de mendigar amor. Hoy fue la charla esclarecedora,
arrolladora, hiriente a más no poder ¿Por dónde empezar? No puedo ni empezar.
Porque quisiera que no fuera real. Me envuelve el vaivén de tristeza como
oleadas nuevamente de izquierda a derecha del corazón.
Hay luz aún, hay luz aún
en mí.
Puedo distinguir aún el susurro de
mi Dios adentro mío, el espíritu me habla, me observa, me pide que no
baje los brazos.
Hay luz todavía en mí.
Como un colador quisiera filtrar las
palabras que tanto me perturban y atormentan. Pero es seguir atando la venda,
fuerte. Para que no se caiga. Solo que la venda no existe, solo era yo
apretando los ojos para no ver. Y hoy el día caluroso, repleto de sudor me
obligó a abrirlos. Quisiera volver el tiempo atrás. Quizás nunca haberte
conocido. No interponerme. Entre vos ni nada, ni nadie, absolutamente nada ni
nadie. Nada ni nadie. Nadie. Como yo, que así me siento: nadie. Nada.
Sé que
hay luz en mí. Todavía hay luz en mí.
Hoy fue fatal. Otra vez los ojos
hinchados de llorar. Otra vez se aprieta el corazón de dolor. Otra vez
queriendo volar lejos, a otro mundo. Irme, irme de todas las mentes y de todos
los corazones. Irme a Dios. Solo a Dios. A esa luz, que aún hay en mí.
Sé que
hay luz todavía en mí, todavía hay luz en mí.
No iba a escribir, pensando y
pensando, doliendo y doliendo, sufriendo el pensamiento y el corazón agrietado
como una roca antigua en el desierto expuesta a toda la erosión y a todo el
calor y a todo el frío. De vez en cuando sirviendo de asiento para algún
caminante al pasar. De vez en cuando dando sombra a algún animal agobiado. De
vez en cuando solo siendo, esperando la erosión final hasta por fin:
desaparecer.
Pero hay luz en mí, todavía hay luz en mí.
Nunca me sentí tan
insignificante, tan nada. Tan estúpida, desdichada. Abro los ojos y vivo. Pero
hoy fue el tope, y la ignorancia llegó a su fin ¿Fue amor? ¿es amor? ¿qué es el
amor? ¿esto? yo no lo siento. Madura me dijo. Madura Gabriela. Madura. Madura
¿Acaso estoy verde? ¿puede ser que siga verde? Puede ser. Al fin y al cabo,
hasta yo me aburrí de mí, porque no iba a aburrirse el también. Que loser. Esa
es la palabra: loser ¿por qué me encontré con él? ¿para esto? Me dijo que hice
lindas canciones. Pero las sacrificaría para no estar tan triste. Lo que daría
por sentirme feliz. Lo que daría por sentirme plena, llena. Y dejar de agotar
el vacio que me dejan las lágrimas que te entrego. Pedí fervientemente a mi
ser: amabilidad. Cuanto más triste esté más amable conmigo voy a ser. Lo
admití, lo sugerí, lo acepté y lo puse en práctica. Eso no evitó que cada vez
que me doy cuenta el nudo sigue en la garganta como una extensión desde mi
pecho, es la angustia que vive ahí y no se quiere ir. Quiero que se vaya. Para
siempre.
¡Andate!! Andate!!Andate! ¡Fuera! ¡Vos! ¡Todos los que me juzgan!
¡Fuera! ¡Los que empujan en la calle! ¡Fuera! ¡Los que no piden permiso y miran
con cara de culo! ¡Fuera! ¡Los que hablan mal de aquellos que aman! Fuera los
que no aman, los que roban, los que matan. Fuera los falsos, los aduladores y
cretinos. Fuera los que te chupan la energía y después ya no les servís.
¡Fuera! Sobre todo, fuera de acá a la angustia que vive en mí. Porque hay luz y
necesita espacio.
Hay luz todavía. Todavía hay luz en mí.