Quería escribir.
¿Quería escribir?
Te borré.
¿Te borré?
Lo intenté.
¿Lo intenté?
Me da tristeza lo que escribo, lo que pienso, a veces,
y se tensa la cobertura de mi hermosa garganta.
¿Qué espero?
Que todo salga bien Dios mío.
Por favor que todo salga bien.
Todo sale bien.
Todo está bien.
Todo sale bien.
Anhelo el tiempo en que no existían las redes sociales.
Anhelo la salud de mi madre.
Anhelo la inocencia de días pasados, la levedad de la inocencia.
Hace fresco y abrí la ventana para ventilar, si pudiera de alguna forma, así también, ventilar mi mente. Mi corazón. No podría decir nada en mi contra, nada.
Siento toda esta confusión y dejo que repose. No fueron mil noches, ni mil días, pero se siente extenuante. Aún así, sigo.
Yo sigo.
Siempre.
¿Desde qué lugar lo hago?
Ya no más desde el olvido, necesito aprender.
Siento, inevitablemente, una transformación.
Algo cambió.
Metamorfosis sucedió y eso es incuestionable.
Con eso de: madura, fue tajante, hiriente y certero.
Era lo que necesitaba escuchar y el universo me lo dijo a través de su fría boca.
Completa.
Sigo.
Desarrollando mi presente y vivo.
Respiro ahora, ventilando el cuarto y mis emociones.
Mi mente, que pareciera volarse, desprenderse de lo habitual, quiere conseguir todas esas respuestas que parecieran huir.
Persiguiéndolas estamos entonces.
Es realmente una aventura la vida. Y nada sucede tal cual lo espero.
Nunca.
Y eso está bien.
Hay que estar en armonía y reconciliado con los eventos.
Con lo que el camino manifiesta.
No en lucha.
Al menos, no en constante lucha.